La paz y prosperidad económica del siglo XVII en Arrasate propician el desarrollo industrial y urbano. Varios edificios emplemáticos del municipio se construyeron en esta época.

El Palacio de Monterrón se sitúa al inicio del arrabal de Zarugalde. Su estilo barroco herreriano se traduce en una estructura clara y sin apenas decoración. Destacan los balcones de hierro forjado y los dos escudos de la fachada principal: Andikano-Zelaa y Aranguren-Unzueta. La importancia de este edificio reside no sólo en su monumentalidad,  sino también ha sido lugar de hospedaje de personajes ilustres que han visitado la villa como Felipe V o la Reina Maria Cristina. El parque adyacente alberga ejemplares botánicos de gran riqueza: Secuoyas gigantes Wellington, magnolios, tejos, cedros, tilos y otros arbustos decorativos.

En el arrabal de la Magdalena se levanta el Palacio de Okendo. Lo más significativo es su escudo tallado en piedra arenisca perteneciente a la familia Barrutia.

La familia Andikano Loiola construyó su palacio en el centro del casco histórico, junto al Ayuntamiento. Sigue el estilo clásico herreriano en piedra de sillería. A pesar de que su fachada se decora con dos grandes escudos, no se ven desde el exterior porque están tapados con una galería. Es de estilo neogótico, realizada en el siglo XIX. y constituye hoy en día uno de los elementos más bellos de la plaza.

Documentos del s. XVIII describen Arrasate como un núcleo urbano desarrollado en sta época: consta de tres calles en la zona cercada, 3 conventos, bellos paseos, 5 arrabales y 3 barrios. Viven en total unas 1700 personas y consta de 289 casas.

Después de la prosperidad del siglo pasado, la situación actual no es buena. Las ferrerías decaen y habrá una decadencia económica general. A pesar de ello, se realiza una obra de gran envergadura como es el Ayuntamiento.

Proyectado por el arquitecto guipuzcoano Martín de Carrera en 1755, forma en el s. XVIII una plaza típica del barroco cuya visita no nos defraudará. La fachada de sillería caliza se estructura con un pórtico de ingreso abierto con cinco arcos carpaneles, balcón corrido en la planta principal y, como remate, un frontón que alberga el escudo que rompe la línea del alero.

Pese a ser un edificio austero, incorpora ricos elementos decorativos de estilo rococó francés imperante a finales de este siglo: puttis alados, molduras, volutas y rocallas.

La misma decoración se repite también en el Ayuntamiento de Oñati.